El tercer álbum de estudio de Vetusta Morla es más que ninguno de sus discos anteriores hijo de sus circunstancias, héroe y víctima de su proceso y su contexto. La banda enfrentó su composición en un periodo muy breve de tiempo y rodeada por un cúmulo de factores emocionales, sociales y políticos que en los últimos años casi todos han resumido con la palabra “crisis”. Uno de esos términos que, a fuerza de desgaste, pierden su carga semántica, haciendo necesaria la búsqueda de un sustituto para poder avanzar, para poder describir mejor la realidad personal o colectiva. Vetusta Morla ha encontrado esa alternativa en la Deriva.
La Deriva como tránsito intermedio entre un “crack” y un punto de llegada, casi siempre desconocido. La Deriva como como espacio donde el cambio y la transformación son posibles, asumiendo al mismo tiempo temores, miedos, nostalgias y esperanza por el tiempo que se aproxima. La Deriva como declive familiar, en una relación, en una comunidad o un país. La Deriva como descontrol sin nada ni nadie al mando, como cambio de rumbo, como violencia o calma, a merced de la Naturaleza, el azar o ciertos caprichos. La Deriva como experiencia que facilita la empatía, la identificación o los sentimientos compartidos de todos los que se ven inmersos en ella.